lunes, 7 de julio de 2014

Sobre el libro Cipriani como actor político (Lima: IEP, 2014)

Luis Cipriani, arzobispo de la Iglesia Católica de Lima, cardenal primado del Perú y vicario regional del Opus Dei, es uno de los personajes religiosos y políticos más visibles e importantes de los últimos años. Su participación en la vida pública es una de las más notorias en un religioso. Tuvo intervenciones muy beligerantes y discutibles en Ayacucho, en pleno conflicto armado iniciado por Sendero Luminoso, durante los años ochenta cuando era obispo auxiliar y luego obispo de la diócesis de ese departamento. En los años noventa se expresó muchas veces partidario de su Fujimori y su política económica como antisubversiva. Momento culminante de esas manifestaciones fueron sus declaraciones contra las organizaciones de derechos humanos y contra el contenido de esos derechos. Estos dijo son una cojudez, adjetivo grosero enunciado en una reunión con militares, cuyo video se filtró en la prensa. El calificativo ponía énfasis a un discurso sobre el tema bastante bien difundido, aunque sin haber llegado a realizar una valoración tan degradante. Es conocida así mismo su posición a favor respecto a la amnistía, concedida por el congreso dominado por fujimoristas, a los militares que realizaron la ejecución extrajudicial a un profesor y un grupo de estudiantes de la Universidad La Cantuta. Ese grupo de militares es denominado Grupo Colina y era organización clandestina dentro del Ejército, formada para desarrollar operaciones secretas. En la segunda mitad de los noventa también el cardenal Cipriani jugó un rol determinante en el rescate de los rehenes tomados por el MRTA en la embajada del Japón. Gracias a su papel de mediador logro infiltrar información para coordinar acciones con los secuestrado, que permitió su liberación por parte de los comandos de ejército. Tras la caída de Fujimori ha abogado a favor del perdón y el olvido de los delitos contra la vida cometidos por militares y policías durante la lucha antiterrorista, a fin de lograr la paz y una unidad de los peruanos, destruida durante los años infaustos de la subversión emprendida por Sendero Luminoso y el MRTA.

Al mismo tiempo, a lo largo de las últimas tres décadas el Cardenal Cipriani ha mantenido una actuación muy intensa de tipo político en contra del aborto y del divorcio, lo ymismo que a favor de la educación religiosa. En conexión con este punto ha hecho declaraciones y ha escrito en favor de la inversión privada. En sus textos y declaraciones ha defendido en un horizonte más amplio la libre empresa, la iniciativa individual o corporativa no estatal en todos los órdenes de la economía y la sociedad, incluidos la educación y la salud, a la que considera no solo un operador más eficiente que el Estado, sino por naturaleza más conveniente.

El libro de Luis Pásara y Carlos Indacochea Cipriani como actor político (Lima: IEP, 2014) precisamente se ocupa de describir, analizar y ensayar algunas explicaciones de la práctica política del cardenal. Es un libro breve, pero apunta asuntos medulares en la presente etapa de nuestra historia. Dicha práctica se funda en un discurso religioso, en de la Iglesia Católica, cuyas fuentes son bien conocidas, la biblia, los escritos de los padres de la Iglesia, los catecismos, las encíclicas papales, etc. Pero se funda sobre todo en la palabra del hace poco tiempo santificado San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, institución reconocida por el Vaticano como una vicaría personal, una instancia eclesial relativamente autónoma, con reglas y circunscripción propias, y cuyo fin principal es buscar la santificación no sólo a través de la oración y una vida dedicada a la vida religiosa, sino sobre todo a través del trabajo y el servicio público. El Opus Dei, en conexión con ese fin, está formado tanto por religiosos como por seglares, pero principalmente por laicos. Es cierto que es una organización que declara recibir a todo aquel que lo desee y acepte los requerimientos de pertenencia, que en el caso de los miembros más importantes, llamados numerarios obliga a hacer votos de pobreza, de castidad y de fidelidad, pero es conocido que sus feligreses proceden de clases altas allí donde se ha establecido.

La santificación por el trabajo y mediante el servicio en bien de la comunidad hace del Opus Dei una entidad religiosa muy presente en la vida política.  En Cipriani como actor político se lee que las acciones del monseñor están guiadas por el respeto a los mandatos divinos, la ley natural y la legítima Constitución política del Estado, para promover el bien común. Bajo esas premisas se explica en primer lugar la toma de posición frente al divorcio. Esa situación no se puede aceptar porque infringe un mandamiento del Señor, el cual prescribe que lo que ha unido el vicario de Dios, que no solo lo representa sino que hace sus veces, que está consagrado para hacer lo que Él, no se puede separar. Lo bendecido por Dios es imborrable y un agravio si se rechaza. No importan las circunstancias de la separación, lo que cuenta es la unidad de la pareja, reconocida por la iglesia, hasta la muerte. Los conyugues una vez contraída la boda ya no pueden ser libres para elegir una alternativa distinta, pues han tomado la decisión independiente de acogerse a la consagración divina al momento del matrimonio. El que, por otra parte, rompiera el compromiso establecido en el sacramento de la boda, caería al nivel de los animales, al desorden en que estos viven en promiscuidad, con lo que quebraría la ley natural de la vida humana, que tiende a la vida en parejas.

También las mencionadas premisas explican la toma de posición ante el aborto. El feto fecundado en el cuerpo de la mujer ya es un ser vivo desde el momento en que un gameto masculino se une a un ovulo. Por eso el aborto, cualquiera que fuera la razón por la que se aplica, es un asesinato. Ahora bien la actitud contra la interrupción de la concepción en nombre de la defensa de la vida entra en contradicción con la posición respecto al comportamiento de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales en la lucha antisubversiva de los años ochenta y principios de los noventa sobre todo. A fines de 1992 declaró a los periodistas: “el Perú sale de un enfermedad que es el terrorismo y el enfermo debe ser acogido con la mejor misericordia posible y, al mismo tiempo, como lo hacen los buenos médicos, actuar la mayor firmeza necesaria. Si hay que curar con dolor, pues que se cure con dolor, pero hay que salir de la enfermedad” (citado de La República, del 25 de noviembre de 1992). ¿Cómo puede objetarse, rechazar y combatir el aborto a nombre de la vida y a la vez admitirse como necesaria la muerte de los subversivos? No hay textos donde se explique la diferente toma de posición. Uno puede especular en principio, que en el rechazo del aborto se considera que la vida interrumpido corresponde a la de un ser inocente, que no es capaz de protegerse por sí mismo. En cambio, respecto a la vida de los subversivos se está ante una existencia propia de quien toma decisiones y hace valoraciones, y que en tal virtud ha optado por asumir una lucha contra el orden establecido, que es orden justo y natural en la medida en que en él se garantizan la propiedad privada, el goce de los frutos que da ella y las jerarquías inevitables e indispensables.

Lo justo y lo natural son categorías centrales que se hallan enlazadas con los principios de la afirmación de una sola verdad en todos los órdenes. Hay un solo Dios al que se debe adoración y fidelidad absoluta. Hay un solo orden político, una sola economía, una sola forma de vida.

Santiago López Maguiña

UNMSM

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