Luis Cipriani, arzobispo de la Iglesia Católica de Lima,
cardenal primado del Perú y vicario regional del Opus Dei, es uno de los
personajes religiosos y políticos más visibles e importantes de los últimos
años. Su participación en la vida pública es una de las más notorias en un
religioso. Tuvo intervenciones muy beligerantes y discutibles en Ayacucho, en
pleno conflicto armado iniciado por Sendero Luminoso, durante los años ochenta
cuando era obispo auxiliar y luego obispo de la diócesis de ese departamento.
En los años noventa se expresó muchas veces partidario de su Fujimori y su
política económica como antisubversiva. Momento culminante de esas
manifestaciones fueron sus declaraciones contra las organizaciones de derechos
humanos y contra el contenido de esos derechos. Estos dijo son una cojudez,
adjetivo grosero enunciado en una reunión con militares, cuyo video se filtró
en la prensa. El calificativo ponía énfasis a un discurso sobre el tema
bastante bien difundido, aunque sin haber llegado a realizar una valoración tan
degradante. Es conocida así mismo su posición a favor respecto a la amnistía,
concedida por el congreso dominado por fujimoristas, a los militares que
realizaron la ejecución extrajudicial a un profesor y un grupo de estudiantes
de la Universidad La Cantuta. Ese grupo de militares es denominado Grupo Colina
y era organización clandestina dentro del Ejército, formada para desarrollar
operaciones secretas. En la segunda mitad de los noventa también el cardenal
Cipriani jugó un rol determinante en el rescate de los rehenes tomados por el
MRTA en la embajada del Japón. Gracias a su papel de mediador logro infiltrar
información para coordinar acciones con los secuestrado, que permitió su
liberación por parte de los comandos de ejército. Tras la caída de Fujimori ha
abogado a favor del perdón y el olvido de los delitos contra la vida cometidos
por militares y policías durante la lucha antiterrorista, a fin de lograr la
paz y una unidad de los peruanos, destruida durante los años infaustos de la
subversión emprendida por Sendero Luminoso y el MRTA.
Al mismo tiempo, a lo largo de las últimas tres décadas el
Cardenal Cipriani ha mantenido una actuación muy intensa de tipo político en
contra del aborto y del divorcio, lo ymismo que a favor de la educación
religiosa. En conexión con este punto ha hecho declaraciones y ha escrito en
favor de la inversión privada. En sus textos y declaraciones ha defendido en un
horizonte más amplio la libre empresa, la iniciativa individual o corporativa
no estatal en todos los órdenes de la economía y la sociedad, incluidos la
educación y la salud, a la que considera no solo un operador más eficiente que
el Estado, sino por naturaleza más conveniente.
El libro de Luis Pásara y Carlos Indacochea Cipriani como
actor político (Lima: IEP, 2014) precisamente se ocupa de describir, analizar y
ensayar algunas explicaciones de la práctica política del cardenal. Es un libro
breve, pero apunta asuntos medulares en la presente etapa de nuestra historia. Dicha
práctica se funda en un discurso religioso, en de la Iglesia Católica, cuyas
fuentes son bien conocidas, la biblia, los escritos de los padres de la
Iglesia, los catecismos, las encíclicas papales, etc. Pero se funda sobre todo
en la palabra del hace poco tiempo santificado San Josemaría Escrivá de
Balaguer, fundador del Opus Dei, institución reconocida por el Vaticano como
una vicaría personal, una instancia eclesial relativamente autónoma, con reglas
y circunscripción propias, y cuyo fin principal es buscar la santificación no
sólo a través de la oración y una vida dedicada a la vida religiosa, sino sobre
todo a través del trabajo y el servicio público. El Opus Dei, en conexión con
ese fin, está formado tanto por religiosos como por seglares, pero
principalmente por laicos. Es cierto que es una organización que declara
recibir a todo aquel que lo desee y acepte los requerimientos de pertenencia,
que en el caso de los miembros más importantes, llamados numerarios obliga a
hacer votos de pobreza, de castidad y de fidelidad, pero es conocido que sus
feligreses proceden de clases altas allí donde se ha establecido.
La santificación por el trabajo y mediante el servicio en
bien de la comunidad hace del Opus Dei una entidad religiosa muy presente en la
vida política. En Cipriani como actor
político se lee que las acciones del monseñor están guiadas por el respeto a
los mandatos divinos, la ley natural y la legítima Constitución política del
Estado, para promover el bien común. Bajo esas premisas se explica en primer
lugar la toma de posición frente al divorcio. Esa situación no se puede aceptar
porque infringe un mandamiento del Señor, el cual prescribe que lo que ha unido
el vicario de Dios, que no solo lo representa sino que hace sus veces, que está
consagrado para hacer lo que Él, no se puede separar. Lo bendecido por Dios es
imborrable y un agravio si se rechaza. No importan las circunstancias de la
separación, lo que cuenta es la unidad de la pareja, reconocida por la iglesia,
hasta la muerte. Los conyugues una vez contraída la boda ya no pueden ser
libres para elegir una alternativa distinta, pues han tomado la decisión
independiente de acogerse a la consagración divina al momento del matrimonio.
El que, por otra parte, rompiera el compromiso establecido en el sacramento de
la boda, caería al nivel de los animales, al desorden en que estos viven en
promiscuidad, con lo que quebraría la ley natural de la vida humana, que tiende
a la vida en parejas.
También las mencionadas premisas explican la toma de
posición ante el aborto. El feto fecundado en el cuerpo de la mujer ya es un
ser vivo desde el momento en que un gameto masculino se une a un ovulo. Por eso
el aborto, cualquiera que fuera la razón por la que se aplica, es un asesinato.
Ahora bien la actitud contra la interrupción de la concepción en nombre de la
defensa de la vida entra en contradicción con la posición respecto al
comportamiento de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales en la lucha
antisubversiva de los años ochenta y principios de los noventa sobre todo. A
fines de 1992 declaró a los periodistas: “el Perú sale de un enfermedad que es
el terrorismo y el enfermo debe ser acogido con la mejor misericordia posible
y, al mismo tiempo, como lo hacen los buenos médicos, actuar la mayor firmeza
necesaria. Si hay que curar con dolor, pues que se cure con dolor, pero hay que
salir de la enfermedad” (citado de La República, del 25 de noviembre de 1992).
¿Cómo puede objetarse, rechazar y combatir el aborto a nombre de la vida y a la
vez admitirse como necesaria la muerte de los subversivos? No hay textos donde
se explique la diferente toma de posición. Uno puede especular en principio,
que en el rechazo del aborto se considera que la vida interrumpido corresponde
a la de un ser inocente, que no es capaz de protegerse por sí mismo. En cambio,
respecto a la vida de los subversivos se está ante una existencia propia de
quien toma decisiones y hace valoraciones, y que en tal virtud ha optado por
asumir una lucha contra el orden establecido, que es orden justo y natural en
la medida en que en él se garantizan la propiedad privada, el goce de los
frutos que da ella y las jerarquías inevitables e indispensables.
Lo justo y lo natural son categorías centrales que se
hallan enlazadas con los principios de la afirmación de una sola verdad en
todos los órdenes. Hay un solo Dios al que se debe adoración y fidelidad
absoluta. Hay un solo orden político, una sola economía, una sola forma de
vida.
Santiago López Maguiña
UNMSM
No hay comentarios:
Publicar un comentario