miércoles, 23 de julio de 2014

Notas sobre géneros y territorios en Los bosques tienen sus propias puertas de Carlos Yushimito

Notas sobre géneros y territorios en Los bosques tienen sus propias puertas de Carlos Yushimito[1]
Santiago López Maguiña (UNMSM)

1.     En una primera impresión se pueden ubicar estos relatos en el género de lo maravilloso. Son narraciones sobre hechos inexplicables. Pero ya desde el primer relato los géneros se mezclan. Los géneros de la literatura contemporánea, el relato policial, la narrativa de vaudeville, de terror, gótica, el guión de telenovelas. No solo en el nivel de las figuras, de los signos y las representaciones, esto es, no solo porque aparezcan actores característicos de esos géneros, actrices y actores de televisión, vedettes, peinadores, directores de escena, detectives, personajes deformes y monstruosos, etc., sino porque las tramas y las peripecias se confunden. Un drama de vaudeville es a la vez una intriga policial, que tiene elementos de un relato amoroso y grotesco, que además se desarrolla en parte mediante un intercambio epistolar, todo lo cual termina identificándose con un guion de televisión. La fusión de géneros tiene una dimensión paródica y el discurso de los relatos tiene mucho de pastiche, de imitación de las formas de la escritura propias de cada género, pero al mismo tiempo es una aleación que apunta a una supresión de las diferencias y de las identidades, como ocurre en el campo de la televisión. Allí anota Jacques Fontanille en un artículo reciente que los programas de concurso se presentan a la vez como reality shows y como telenovelas[2]. Se mezcla entonces regímenes de creencia distintos que afectan los valores de verdad. Se diluyen como consecuencia de ello los rasgos que distinguen la ficción de la realidad, lo serio de lo cómico, lo supuesto de lo efectivo, etc. Lo mismo, pero en un sentido distinto, ocurre en la literatura. Los géneros mixturados expresan más bien una incertidumbre respecto de los órdenes de verosimilitud de cada uno por separado. Puede llegarse a confundir, por ejemplo, un relato de amor con final feliz con un policial en que se descubre que la novia es una asesina en serie. [Supresión de las diferencias de género literario].

2.     Los territorios en los que se desarrollan las acciones de los relatos son de lo más diversos, Sao Pablo, una ciudad de las costas de Inglaterra, Lima, una pequeña ciudad del Este de los Estados Unidos, horizontes que no se pueden identificar, ciudades sin nombre. Son también diversos los escenarios, aunque predominan los urbanos o semi-urbanos, propios de grandes o de pequeñas ciudades, desligadas del mundo rural. Los sucesos transcurren en camerinos y sets de televisión, en salones elegantes, en bares y hoteles de mala muerte, en restaurantes gourmets, en salas de redacción, en vehículos que atraviesan grandes autopistas, etc. Son territorios y escenarios de muchas partes del mundo, lo que da al conjunto de los relatos una atmósfera espacial cosmopolita, moderna y descentrada (¿posmoderna?).
                                        
Las acciones de los relatos no llevan, pues, una marca de pertenencia precisa respecto de los territorios donde ocurren, excepto por una contextualización realizada gracias a muy pocas menciones del espacio geográfico, los nombres de los actores, en la lengua que se habla allí, alguna expresión propia. Las narraciones están escritas es un castellano que procede del estilo estándar de las traducciones de los géneros narrativos que se ensaya reproducir en estos cuentos.


El núcleo temático de las acciones, por otro lado, está relacionado con hechos criminales, con traiciones, con catástrofes, con operaciones cínicas. La mayoría de los personajes a ese respecto no se guía por una moral de respeto o de cortesía con relación al otro. Los semejantes se usan o se manipulan con propósitos personales y egoístas. Se busca la subordinación del semejante o su eliminación si se presenta como obstáculo para realizar un propósito o como un antagonista que mortifica. Se trata de personajes abominables. En efecto, son actores despreciables y funestos, que se si no destruyen al otro por propia voluntad, lo son o lo van a ser porque se ven contagiados por un mal que los impulsa a acabar con él o a convertirlo en un semejante aborrecible y temible. Hay un relato en el libro de Carlos Yushimito relacionado con estas configuraciones que parece tener una intención alegórica y que es interesante destacar a fin de profundizar en el núcleo semántico de los relatos Los bosques tienen sus propias puertas. Un cocinero dedicado a la cocina molecular, que hace experimentos muy rebuscados, produce un plato que lleva una enzima fatal: su consumo produce un cambio, transforma a los humanos en cinocéfalos, que se ven dominados por el arrebato de querer morder a otros hombres, a quienes inoculan el germen de la hidrofobia que los convierte en personas con cabeza de perro. Este personaje mítico hace pensar en otros similares, como los licántropos y los vampiros, que también esparcen el mal con sus mordidas, un mal que condena a las víctimas a mortificantes y eternos deseos. Esos personajes, mitad animales mitad humanos, son seres relacionados con lo oscuro, lo enmarañado, lo abierto y lo exterior salvaje respecto del mundo urbano, que es claro, de líneas rectas y precisas, cerrado y sentido como un dominio interior seguro. Los cinocéfalos del relato de Yushimito nacen, en cambio, dentro de la ciudad. Allí son engendrados por efectos de una actividad que busca innovar los modos y los gustos de la cocina, que es una búsqueda perversa afanada por conseguir logros originales. Se desliza la vieja idea, presente en la narrativa de ciencia ficción, de que la ambición por el dominio de la materia puede tener consecuencias atroces, una de las más horribles podría ser la de convertirnos en extraños a nosotros mismos, en voraces destructores.

La condición extraña, peligrosa y psicótica de los personajes no siempre está marcada, sin embargo, por rasgos estrambóticos o simplemente raros. Más bien la mayoría de los personajes tienen una fisonomía, un atuendo y un comportamiento ordinarios, propios de los roles sociales que cumplen. Lo extraño y, más exactamente, lo monstruoso que no es observado a simple vista se halla en las mismas prácticas que se llevan a cabo o se plasma de maneras que no es posible inferir del propio quehacer diario. Así un asesino en serie es un hombre común que vive con normalidad, con su familia, en un suburbio londinense, que no despierta ninguna sospecha. O los asesinatos surgen de disputas inevitables, propias de un medio de vida, pero que nadie podría esperarlos y por eso pasar inadvertidos, como ocurre en las actividades relacionadas con los espectáculos [Territorios, escenarios, prácticas]

3.     Los objetos sobre los cuales los personajes operan y en los que se inscriben signos y textos son también de lo más variados. Sobresalen, sin embargo, aquellos que presentan una morfología polisensorial, como los productos de la nueva cocina que se deleita con espumas, cubos, esferas y toda suerte de figuras geométricas, que a la vez juega con toda gama de colores y que experimenta con sabores insólitos. Son objetos que se distinguen al mismo tiempo porque invierten la relación con el hombre. Este que inscribe signos y textos sobre ellos, queda más bien marcado, deviene en superficie de inscripción de los objetos. De operar sobre ellos, pasa a ser operado. No hace falta, sin embargo, que como en los comics los objetos adopten roles humanos que les den animación. Los objetos se inscriben y se introducen en los cuerpos del hombre aun cuando poseen una sustancia inerte. Un poco como ciertas drogas los hacen vivir otras vidas y mediante los placeres que proveen llegan a dominarlos. La relación entre objetos y seres humanos es aún más compleja, porque aunque los primeros pueden llegar a dominar a los segundos, no dejan de ser manipulados por estos, quienes pueden equivocarse respecto de la corrección de su uso o respecto a la identificación del objeto adecuado con relación a propósito determinado. Estas relaciones hace recordar las narraciones de Julio Cortázar, en las que los personajes suelen enredarse y complicarse la vida con los objetos más comunes, que les plantean dificultades que los hacen mostrarse torpes e inútiles, y muchas veces terminan rindiéndose a la imposibilidad de uso. En los relatos de Yushimito los objetos, sin embargo, llevan fuerzas oscuras y presuponen operaciones que los hacen activos y destructivos. [Objetos].

4.     Llama la atención en la escritura de estos relatos la presencia de símiles que entrañan comparaciones que aproximan elementos de esferas distantes y que crean un efecto sensible de mezclas a veces incompatibles, tan características del surrealismo. El sonido humano comparado al sonido chirriante de la articulación de las bisagras de una puerta, las noticias son asimiladas a viejas finas que toman té o se hacen la pedicura, mientras miran “del otro lado del escaparate, llenas de murmuraciones y críticas” (57), o las cejas que aparecen como “un cuerpo sin alma” (77). Podrían multiplicarse los ejemplos. Son igualmente múltiples las metonimias, pero especialmente procedimientos retóricos gracias a los cuales alguna parte se separa del todo y cobra vida propia, la voz, por ejemplo, que en repetidas ocasiones actúa como un actor independiente del cuerpo del que ha salido. Son operaciones que podrían estar relacionadas con la constitución psicótica de muchos personajes y de las mismas tramas, que no alcanzan el grado de la desterritorialización y la descodificación del discurrir verbal esquizofrénico. [Muy breve nota sobre la retórica del texto]

5.     Los relatos de Los bosques tienen sus propias puertas se despliegan en distintos territorios y se expresan en diferentes formas de vida. Distintas idiosincrasias son presentadas. Pero ninguna narración pretende explorar los sentidos problemáticos de cada cultura. Los relatos son ante todo pastiches irónicos de los géneros que mezclan, mientras que las formas de vida que se representan en los recorridos narrativas más pertenecen al orden del discurso literario y hasta al comic, que a alguna cultura. En todo caso pertenecen a las culturas fabricadas en los discursos literarios y en los discursos de las historietas, de los animes, de las mangas. Por eso, por ejemplo, en las narraciones de este libro la muerte, no es asunto de tragedia. Es cuestión de rutina, de descuido, de imprudencia, que no suscita mortificación, ansiedad, tristeza. Ocurre como un hecho más entre otros, como sucede en los comics o en otros géneros violentos de la literatura popular o de la literatura de quiosco. [Un final que no es conclusión]     



[1] Yushimito, Carlos. Los bosques tienen sus propias puertas. Lima (2013), PEISA.
[2] Fontanille, Jacques. “Medios, regímenes de creencia y formas de vida”. En Contratexto. Revista digital de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. Lima. N° 21, 2013, pp 65 – 82.

miércoles, 16 de julio de 2014

Verdugos y víctimas en una novela sobre la guerra antisubversiva: notas sobre Gritos en silencio. Santiago López Maguiña


1.     El lector puede tener la impresión inicial que Gritos en silencio (Lima: Editorial San Marcos, 2011) es una novela inverosímil sobre el conflicto armado ocurrido en el Perú durante los años ochenta y los noventa principalmente. Una lectura distinta asume en cambio que es verosímil si sitúa la narración dentro del género de los relatos de prisión, de exterminio y de huida, que traen siempre una carga a la vez épica y cómica. Y de hecho también es verosímil si se la ubica en el género de las novelas de aventuras. Los personajes principales, detenidos por el ejército acusados de terroristas, aunque solo uno lo fuera efectivamente, son transportados en un camión de la muerte de Lima a Ayacucho. El trayecto es el oficialmente establecido por los altos mandos, pero la orden escondida es que los prisioneros deban ejecutados en cualquier lugar apropiado para que la ejecución no sea advertida ni descubierta. Los presos son llevados al cuartel Los Cabitos, célebre  por ser lugar donde las Fuerzas Armadas guardaban a los acusados y sospechosos de terrorismo en la región Ayacucho, pero sobre todo porque allí se torturaba y eliminaba de manera extrajudicial. El destino que les espera, como bien lo saben, es su muerte segura, cosa que como les ha informado uno de los detenidos, el que se muestra más sereno y experimentado, puede ocurrir más bien en cualquier sitio del camino. La vida de cada uno, por tanto, ha sido decidida: van a ser asesinados. Su existencia en tal medida ha perdido todo valor. Y ello se marca mediante el trato humillante y perverso que reciben de parte de sus verdugos. Aparecen entonces como personajes que pueden optar por la resignación o por el riesgo, alternativa esta última que permite dar a las acciones que se desarrollan el sentido de un relato de aventuras. Los personajes arriesgan sus vidas porque ellas han perdido estima y solo al exponerse a la muerte intentan recuperar el valor que habían tenido. [Novela de aventuras]

2.     Condenados a una muerte segura los prisioneros saben a la vez que al menor intento de huida serán acribillados en el acto, sin ningún remordimiento. La posición que presentan frente a sus verdugos es de total desamparo y hasta de invalidez. Están a completa merced de sus captores. Los prisioneros si bien pueden moverse dentro del camión, no pueden salir de él ni para orinar. Si lo hicieran, solo por eso, serían de inmediato liquidados. Los militares verían la ocasión para hacerlo y justificar su acción con el pretexto de que habían tratado de huir. Por eso los prisioneros hacen sus necesidades en el mismo vehículo, se mojan la ropa, se ensucian, se impregnan del olor nauseabundo de las excresencias. Entre la mierda y la muerte, se opta por lo primero. Frente a esa situación el lector puede preguntar a lo largo del relato acerca de las razones de por qué los soldados no ejecutan a los presos dentro del camión o en el primer descampando. En los diálogos de los detenidos se encuentra la respuesta: en el camión se dejarían huellas del hecho que trata de ocultarse por ser secreto e ilegal, en cualquier sitio podrían hallarse los cadáveres fácilmente y encontrarse posibles testigos en las cercanías. Esas dificultades y otras hacen de la ejecución una tarea llena de obstáculos, que se va haciendo difícil, mientras que para los presos una travesía agónica, cuyo desenlace se pospone muchas veces, hecho que los llena de incertidumbre y angustia. [Travesía agónica]

3.     Los presos no pueden enfrentarse a sus seguros verdugos y esperan, gracias al coraje que se transmiten entre sí y a las directivas del terrorista camuflado a mantener la calma y a esperar la mejor oportunidad. Pero a lo largo del viaje se contraponen estados de ánimo de abatimiento con otros de esperanza. Este es un estado que se ve acentuado sobre todo cuando una de las presas logra huir aprovechando que el camión se ha detenido a causa de la interrupción del tráfico en La Oroya. Una hilera de camiones hace imposible seguir el trayecto. La evadida consigue después llegar a Lima y allí comunicarse con organizaciones políticas y de derechos humanos, las que dan a conocer al público la desaparición de los presos. A partir de entonces los militares y el aparato militar aparecen como actores torpes, cuyas acciones se ven revestidas de una fuerte comicidad. Empeñados en lograr el mejor momento y el mejor lugar para cumplir con la misión encomendada por el alto mando, se complican y se enredan tratando de resolver dificultades muchas veces sencillas. Los soldados se muestran como personajes previsibles, lentos, incautos, a la vez que como malvados y perversos, pero dotados eso sí de un saber y una técnica óptima para el trabajo de exterminio en el que las Fuerzas Armadas están empeñadas. Por el contrario, su ineptitud es absoluta en las labores de infiltración y de camuflaje, que requieren de maña y picardía. [Malvados y torpes]

4.     Los presos – el lector se entera a través de los diálogos que ellos entablan, extensos y personales –, a pesar de las restricciones y la vigilancia, las cuales sin embargo se van debilitando a medida que el camión avanza, son personajes que han sido apresados por haber participado en algún acto político: protesta reivindicativa, mitin estudiantil, alguna demanda de justicia. Todos ellos eventos característicos de una coyuntura de crisis económica y social. Los actores, excepto el senderista debidamente camuflado y de conducta discreta, a la vez que firme y segura, carecen de experiencia en la militancia política. Su actuación, por eso, es tímida y desorientada. Cada uno, por otro lado, cuenta una historia familiar de unión, de lucha diaria por la sobrevivencia, de felicidad. La prisión que sufren significa una separación dolorosa con hijos, padres, compañeros, en algún caso la preocupación por el desamparo de los más pequeños. La experiencia sensible que viven es por eso de desconcierto, de absurdo, de angustia, de miseria. Aunque a pesar de todo no dejan de disfrutar momentos de esperanza y de humor. Desde su punto de vista y el del narrador los verdugos también son presentados como personajes sufrientes. También ellos viven experiencias similares. También para ellos hacer lo que hacen significa separarse de lo más quieren. Pero su actuación es mucho más miserable. Vejar y matar a víctimas inocentes constituyen acciones degradantes, que debe implicar sentimientos de culpa insoportables. No todos los soldados, sin embargo, parecen tener una disposición para sufrir tales vivencias. Los oficiales y suboficiales, sobre todo, son actores convencidos de que su actuación es necesaria u obligatoria, parte de su competencia militar, que presupone órdenes cuyo cumplimiento es inobjetable. La novela plantea que los soldados matan como consecuencia de una política institucional, de una decisión estatal y de los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Pero también presenta un personaje, el suboficial parte de la patrulla, que cumple las órdenes macabras con gusto. Es un personaje que tiene un referente real, el miembro del grupo Colina apodado “Kerosene”, descrito en el libro de Ricardo Uceda Muerte en el Pentagonito (Lima: Ed. Planeta, 2004). Era igualmente un suboficial diestro en torturas, ejecuciones y desapariciones, que ofrece signos de disfrutar con su oficio. Lo mismo el capitán de la patrulla de la muerte en la novela parece remitir a los oficiales del grupo de exterminio cuyas acciones narra Uceda. Son soldados vocacionales capaces de ejecutar las más sucias y lúgubres misiones [Víctimas y verdugos].  

5.     La configuración de los soldados en esta novela contrasta con la que aparece en la novela de Carlos Enrique Freyre Desde el Valle de las Esmeraldas. 2da edición. (Lima: Estruendomudo, 2013). En ella aquellos se enfrentan abiertamente a un enemigo avieso y cruel, que pone en riesgo el orden de la nación, que es un orden asumido y amado por sus defensores. Los militares actúan además seguros de que lo hacen a nombre de la justicia y aunque luchan en territorios enmarañados, oscuros, lejanos y ajenos, lo hacen en una atmósfera vital de luminosidad. Su lucha contra el enemigo subversivo resulta gloriosa. Los militares de Gritos en silencio desarrollan en cambio una actuación clandestina, escondida, en medio de la noche, inseguros de que lo hacen a nombre de la justicia, aunque en cumplimiento de órdenes indiscutibles. Es una misión de tintes oscuros, cuyo resultado si bien reconocido no puede ser revestido de gloria. Es un trabajo sucio el que se realiza. Sin embargo, son soldados convencidos de que su labor es necesaria. Esta es una configuración que hace recordar el relato de Jorge Luis Borges “Las tres versiones de Judas”, en una de las cuales la traición de Judas es interpretada como una acción redentora. Es un sacrificio voluntario gracias al cual Cristo puede morir en la cruz y convertirse en el salvador de la humanidad. La vileza del apóstol figura como una condición necesaria para la glorificación del hijo de Dios. Por eso aquel sería el verdadero redentor. Sin llegar a esa complementación, las acciones de una patrulla de la muerte aparecen como actos sombríos y despreciables que paradójicamente sostienen posibles actos luminosos y heroicos (La vileza y la gloria).    

6.     Los personajes en la novela viven situaciones extremas. La mayoría de los presos han sido condenados sin el debido proceso judicial por el delito terrorismo, que no ha cometido. Han dejado familias de clases bajas y medias que sufren duras dificultades económicas, han abandonado sin quererlo familiares que requieren de cuidado, y del cual ellos son los principales responsables, padres ancianos, hijos pequeños. Ninguno ha tenido antes una experiencia similar, ni siquiera aproximada. Son en ese sentido víctimas de una política y de estrategias despistadas de lucha antisubversiva, que no sabe distinguir ni identificar a los verdaderos terroristas, y para las que cuentan ante todo las cantidades, los números. Pero que también revela una práctica ante la población que es de desconocimiento y de desprecio. Los presos para el Ejército son seres inferiores, a quienes tratan de indios, que es el apelativo de más abyección que en el Perú se puede dar a una persona. Por ello, sin embargo, los soldados no tienen una condición no india. Son de la misma identidad étnica. El mote “indio” por eso más bien tiene entonces una connotación distinta. Significa campesino, ignorante, quechua hablante, arcaico, en oposición a citadino, ilustrado, hispano hablante, moderno, valores que asumen para sí los militares. Estos, por su parte, son personajes cuya principal actividad, que es reprimir, secuestrar, torturar, ejecutar, en  cumplimiento de órdenes de los superiores, se han convertido en seres ambivalentes. De un lado actúan de manera insensible y distanciada respecto a las lóbregas operaciones que realizan, las cuales tratan de ser profesionales y óptimas, aunque su efectuación acusa torpeza y deficiencia, lo que las hace cómicas, y de otro lado tienen experiencias vitales ordinarias, similares a las de los presos en el orden familiar y amical. También los verdugos aman y sufren por falta de afecto. También viven momentos de desaliento y experimentan sentimientos de absurdo y de sin sentido respecto a lo que hacen. Pero en general cumplen sus misiones con satisfacción y gusto en los casos más estereotípicos.

Igualmente el terrorista escondido entre los presos es un personaje de características extremas. Callado, calculador, seguro de sí, dispuesto a morir sin ningún temor, tampoco tiene por sus compañeros consideración alguna. Asume que la muerte de ellos es parte de los costos inevitables de la lucha por la liberación. Por eso cuando tiene que oportunidad de salvarse sólo se ocupa de sí mismo, por cuanto es la vida valiosa de un militante la que se libra de la ejecución.

El terrorista y los oficiales del Ejército en la novela ocupan posiciones antagónicas en la lucha. Disputan por el dominio y el manejo del poder, pero a la vez son semejantes en su desprecio por la vida del otro. También son similares los modos de asumir los valores que cada uno esgrime. Para uno y otros son valores supremos indiscutibles, pero el terrorista los blande de acuerdo a un principio completamente sacrificado. Arriesga su vida para que ellos se impongan sin esperar ningún reconocimiento personal. Toda la gloria que busca es para el pueblo y la liberación por la que lucha. Los oficiales combaten, en cambio, para obtener beneficios materiales. Asenso y mejoría económica. Pero también lo hacen por vocación, por una disposición especial e incomprensible a cumplir órdenes y por el gusto del enfrentamiento bélico. [Novela de situaciones extremas].

7.     Esta es una novela que opera con estereotipos, la mayoría de los cuales podría decirse se hallan en el discurso de una izquierda que optó mantenerse distante de Sendero Luminoso. ¿O se hallaba? Porque ese es un sector que está en proceso de desaparecer. El contraste principal que en dicho discurso se presenta, no es la lucha entre subversivos y fuerzas armadas, sino el que tiene lugar en el enfrentamiento entre los actores políticos del pueblo y los actores que contienden en el conflicto armado. El pueblo formado por obreros, campesinos, estudiantes, profesores, empleados, se halla entre el fuego de los grupos contendientes, con ninguno de los cuales se identifica, y sufre la agresión de ambos cuando los señala como colaboradores del contrincante: Sendero como traidores de la revolución, las Fuerzas Armadas de terroristas encubiertos. [El pueblo entre dos fuegos].


8.     La dimensión veridiccional, a propósito, es una de las más importantes en la narrativa del conflicto armado. Las Fuerzas Armadas suelen operar mediante el camuflaje y el disfraz, especialmente en el esta novela, mientras que Sendero Luminoso desarrolla una actuación que busca dar una impresión de misterio, de poder escondido, lo que se sintetiza en la expresión “mil ojos y mil oídos vigilan”, que indica una presencia que no se siente, pero que está siempre presente en todas partes. Y como una nota final, hay que apuntar que en Gritos en silencio también se desliza la dimensión de las disciplinas del poder, categoría que Michel Foucault privilegia en sus estudios del poder, que caracterizan a las Fuerzas Armadas como a Sendero Luminoso. Las de las primeras son disciplinas bélicas y de exterminio del enemigo, que es una naturaleza distinta, una naturaleza otra, las del segundo son disciplinas propias de un guerra santa, una guerra de purificación, que presupone el sacrificio suicida de los militantes. Este será un punto sobre el que se indagará en estas notas en las próximas entregas [Veridicción y disciplinas del poder].        

lunes, 7 de julio de 2014

Sobre el libro Cipriani como actor político (Lima: IEP, 2014)

Luis Cipriani, arzobispo de la Iglesia Católica de Lima, cardenal primado del Perú y vicario regional del Opus Dei, es uno de los personajes religiosos y políticos más visibles e importantes de los últimos años. Su participación en la vida pública es una de las más notorias en un religioso. Tuvo intervenciones muy beligerantes y discutibles en Ayacucho, en pleno conflicto armado iniciado por Sendero Luminoso, durante los años ochenta cuando era obispo auxiliar y luego obispo de la diócesis de ese departamento. En los años noventa se expresó muchas veces partidario de su Fujimori y su política económica como antisubversiva. Momento culminante de esas manifestaciones fueron sus declaraciones contra las organizaciones de derechos humanos y contra el contenido de esos derechos. Estos dijo son una cojudez, adjetivo grosero enunciado en una reunión con militares, cuyo video se filtró en la prensa. El calificativo ponía énfasis a un discurso sobre el tema bastante bien difundido, aunque sin haber llegado a realizar una valoración tan degradante. Es conocida así mismo su posición a favor respecto a la amnistía, concedida por el congreso dominado por fujimoristas, a los militares que realizaron la ejecución extrajudicial a un profesor y un grupo de estudiantes de la Universidad La Cantuta. Ese grupo de militares es denominado Grupo Colina y era organización clandestina dentro del Ejército, formada para desarrollar operaciones secretas. En la segunda mitad de los noventa también el cardenal Cipriani jugó un rol determinante en el rescate de los rehenes tomados por el MRTA en la embajada del Japón. Gracias a su papel de mediador logro infiltrar información para coordinar acciones con los secuestrado, que permitió su liberación por parte de los comandos de ejército. Tras la caída de Fujimori ha abogado a favor del perdón y el olvido de los delitos contra la vida cometidos por militares y policías durante la lucha antiterrorista, a fin de lograr la paz y una unidad de los peruanos, destruida durante los años infaustos de la subversión emprendida por Sendero Luminoso y el MRTA.

Al mismo tiempo, a lo largo de las últimas tres décadas el Cardenal Cipriani ha mantenido una actuación muy intensa de tipo político en contra del aborto y del divorcio, lo ymismo que a favor de la educación religiosa. En conexión con este punto ha hecho declaraciones y ha escrito en favor de la inversión privada. En sus textos y declaraciones ha defendido en un horizonte más amplio la libre empresa, la iniciativa individual o corporativa no estatal en todos los órdenes de la economía y la sociedad, incluidos la educación y la salud, a la que considera no solo un operador más eficiente que el Estado, sino por naturaleza más conveniente.

El libro de Luis Pásara y Carlos Indacochea Cipriani como actor político (Lima: IEP, 2014) precisamente se ocupa de describir, analizar y ensayar algunas explicaciones de la práctica política del cardenal. Es un libro breve, pero apunta asuntos medulares en la presente etapa de nuestra historia. Dicha práctica se funda en un discurso religioso, en de la Iglesia Católica, cuyas fuentes son bien conocidas, la biblia, los escritos de los padres de la Iglesia, los catecismos, las encíclicas papales, etc. Pero se funda sobre todo en la palabra del hace poco tiempo santificado San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, institución reconocida por el Vaticano como una vicaría personal, una instancia eclesial relativamente autónoma, con reglas y circunscripción propias, y cuyo fin principal es buscar la santificación no sólo a través de la oración y una vida dedicada a la vida religiosa, sino sobre todo a través del trabajo y el servicio público. El Opus Dei, en conexión con ese fin, está formado tanto por religiosos como por seglares, pero principalmente por laicos. Es cierto que es una organización que declara recibir a todo aquel que lo desee y acepte los requerimientos de pertenencia, que en el caso de los miembros más importantes, llamados numerarios obliga a hacer votos de pobreza, de castidad y de fidelidad, pero es conocido que sus feligreses proceden de clases altas allí donde se ha establecido.

La santificación por el trabajo y mediante el servicio en bien de la comunidad hace del Opus Dei una entidad religiosa muy presente en la vida política.  En Cipriani como actor político se lee que las acciones del monseñor están guiadas por el respeto a los mandatos divinos, la ley natural y la legítima Constitución política del Estado, para promover el bien común. Bajo esas premisas se explica en primer lugar la toma de posición frente al divorcio. Esa situación no se puede aceptar porque infringe un mandamiento del Señor, el cual prescribe que lo que ha unido el vicario de Dios, que no solo lo representa sino que hace sus veces, que está consagrado para hacer lo que Él, no se puede separar. Lo bendecido por Dios es imborrable y un agravio si se rechaza. No importan las circunstancias de la separación, lo que cuenta es la unidad de la pareja, reconocida por la iglesia, hasta la muerte. Los conyugues una vez contraída la boda ya no pueden ser libres para elegir una alternativa distinta, pues han tomado la decisión independiente de acogerse a la consagración divina al momento del matrimonio. El que, por otra parte, rompiera el compromiso establecido en el sacramento de la boda, caería al nivel de los animales, al desorden en que estos viven en promiscuidad, con lo que quebraría la ley natural de la vida humana, que tiende a la vida en parejas.

También las mencionadas premisas explican la toma de posición ante el aborto. El feto fecundado en el cuerpo de la mujer ya es un ser vivo desde el momento en que un gameto masculino se une a un ovulo. Por eso el aborto, cualquiera que fuera la razón por la que se aplica, es un asesinato. Ahora bien la actitud contra la interrupción de la concepción en nombre de la defensa de la vida entra en contradicción con la posición respecto al comportamiento de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales en la lucha antisubversiva de los años ochenta y principios de los noventa sobre todo. A fines de 1992 declaró a los periodistas: “el Perú sale de un enfermedad que es el terrorismo y el enfermo debe ser acogido con la mejor misericordia posible y, al mismo tiempo, como lo hacen los buenos médicos, actuar la mayor firmeza necesaria. Si hay que curar con dolor, pues que se cure con dolor, pero hay que salir de la enfermedad” (citado de La República, del 25 de noviembre de 1992). ¿Cómo puede objetarse, rechazar y combatir el aborto a nombre de la vida y a la vez admitirse como necesaria la muerte de los subversivos? No hay textos donde se explique la diferente toma de posición. Uno puede especular en principio, que en el rechazo del aborto se considera que la vida interrumpido corresponde a la de un ser inocente, que no es capaz de protegerse por sí mismo. En cambio, respecto a la vida de los subversivos se está ante una existencia propia de quien toma decisiones y hace valoraciones, y que en tal virtud ha optado por asumir una lucha contra el orden establecido, que es orden justo y natural en la medida en que en él se garantizan la propiedad privada, el goce de los frutos que da ella y las jerarquías inevitables e indispensables.

Lo justo y lo natural son categorías centrales que se hallan enlazadas con los principios de la afirmación de una sola verdad en todos los órdenes. Hay un solo Dios al que se debe adoración y fidelidad absoluta. Hay un solo orden político, una sola economía, una sola forma de vida.

Santiago López Maguiña

UNMSM