Un viaje a los fondos de la noche. Notas
sobre la novela de Percy Galindo Rojas Cómo
los verdaderos héroes (2008) Lima: ediciones Copé.
Santiago López Maguiña
Esta novela fue ganadora de la I Bienal
de novela “Premio Copé Internacional 2007”, el más importante premio literario
en el género de la narrativa novelesca que se entrega en el Perú. Esa
distinción determina en parte la lectura de este texto. No se halla uno ante un
libro cualquiera. Se halla ante un objeto consagrado, bendecido por quienes
decidieron premiarlo. Al leerlo se ingresa por tanto en un territorio que es
parte del parnaso de las letras. No solo de las letras peruanas, sino de las
letras internacionales. Esta novela ha sido premiada en un concurso de
convocatoria internacional, aunque hasta donde se el jurado estuvo formado por
solo por nacionales. Pero estos signos y estos enunciados, inscritos en el
libro en cuanto objeto tridimensional, y que forman parte de su situación
comunicativa, no son pertinentes en la lectura cuyas notas se comparten en
estas líneas. Es un libro cuya lectura se hace como parte de una muestra que se
ha seleccionado de textos publicados en un lapso de tiempo que puede extenderse
hasta principios de los noventa, la mayoría de los cuales han recibido poca o
ninguna atención y que refieren de un modo intenso y concentrado o débil e indefinido
a la guerra interna que se libro en el Perú entre las Fuerzas Armadas y los
grupos subversivos Sendero Luminoso y MRTA. En todo caso ese suceso histórico
aparece con algún grado de intensidad y extensión en el fondo de las tramas y
peripecias que se desarrollan.
Cómo
los verdaderos héroes
participa de diversos géneros literarios. Es novela policial, novela de
aprendizaje, crónica de viaje, relato amoroso, etc. Cómo crónica de viaje o
también como novela de aventuras narra la historia de un joven que decide
viajar a Huancavelica, el departamento más pobre del Perú, según se indica en
la propia novela, ante las negras perspectivas que se le ofrecen en Lima, donde
no encuentra nada que valga la pena. La capital del Perú vive un momento en que
todo parece haberse degrado y nada importante y con futuro les espera a los
jóvenes, por lo cual la mayoría se ve obligado a salir al extranjero, a Europa
y Estados Unidos de preferencia. El personaje principal de la novela, movido
por un designio incomprensible opta, en cambio, por dirigirse hacia un destino
opuesto. En vez de probar suerte en un horizontes donde podría revalorar su
existencia o mejorarla, lo hace en un horizonte que le ofrece posibilidades
remotas, difíciles o nulas para ese propósito. Opta por vivir en un mundo
degradado, sin esperar encontrar en él algo importante que de sentido a su
vida.
El traslado de Lima a Huancavelica
aparece en una primera vista como el desplazamiento de un centro moderno y
cosmopolita a un lugar urbano periférico
arcaico y atrasado. Lima, sin embargo, experimenta un proceso de deterioro, que
se expresa en distintos signos: en la suciedad, en el desorden, en el desgaste
de las pistas y los edificios, en el limitado poder adquisitivo de sus
habitantes. La gran ciudad pasa por un periodo agudo de crisis económica, que
alcanza a lo político y a lo personal. La decepción y el escepticismo son los
estados de ánimo que cunden, lo que se conjuga con escenas de drogadicción,
alcoholismo, relaciones amorosas que no se solidifican, que no terminan de
prosperar en la que participan los personajes, escasas o nulas expectativas de
vida cómoda y próspera. Pero es una ciudad abierta, que brinda la posibilidad
de explorar rumbos diferentes, en otros mundos. Y es también una ciudad vibrante,
dinámica, de velocidad rápidas, que puede inyectar energía a sus habitantes
hasta el punto de cambiar sus vidas. Huancavelica, en cambio, es una pequeña
ciudad de provincia cerrada y pequeña, con limitado contacto con el exterior,
de tempos lentos, de ritmos de intervalos largos, donde no sucede nada. En Lima
la rutina es vigorosa, viva, a pesar de la crisis, en la provincia la rutina es
lánguida y floja. En ese escenario el estado de ánimo prevaleciente es el
aburrimiento, es la molicie, que Julio Ramón Ribeyro humaniza o antropomorfiza
en un relato bien conocido, como entidad que carcome y aplasta hasta dejarlos
inmóviles, despojados de humanidad, a quienes atrapa.
En Huancavelica no hay nada atractivo, la
ciudad está ubicada, de acuerdo a la descripción que hace el personaje
principal y narrador de la primera parte de la novela, que en ningún momento
enuncia su nombre, ni éste es enunciado por ningún personaje, que se refiere a
él, cerca la puna, hace mucho frío y llueve casi siempre. Las calles están
anegadas y barrosas, y caminar por ellas es muy fastidioso. Es una ciudad que
vive una decadencia antigua, luego del fulgor que experimentó en los primeros años
de su fundación durante la Colonia, cuando fue un centro minero de primera
importancia, que recibió la denominación de Villa Rica de Oropeza, por la
abundancia de oro, plata y mercurio sobre todo, que podía extraerse. Todo es
mediocre, insuficiente, precario. La vida cotidiana insípida, monótona. Nada
despierta el interés del narrador. Lo que es resaltado como interesante o
pintoresco, como atractivo turístico, es rebajado y despreciado. Por ejemplo,
la danza de las tijeras, famosa por su importancia mítica y ritual durante las
festividades, es reducida a un ejercicio de piruetas y pruebas graciosas e
ingenuas, sin ningún relieve simbólico o sagrado. Huancavelica es hábitat de
una comunidad mestiza que ha perdido sus raíces ancestrales, sus viejos
rituales, sus rancias creencias, y que en el presente vive rutinas, costumbres
y tradiciones de contenidos profanos y ligeros. Lo que queda de la fuerte
cultura antigua es la pura cáscara de lo folklórico, peor aún, que en su
evolución ha dado como resultado, entre otras manifestaciones, esa expresión
musical intragable que es la cumbia andina, redundante y elemental. El narrador
respecto a los objetos musicales tiene un gusto exquisito y exigente, formado
en el cultivo de la escucha del jazz, cuyo culto se empeña en difundir a través
de un programa de radio, en un a casi destartalada emisora local. Ese gusto destaca
como un exotismo demasiado refinado en un medio a su vez excesivamente burdo.
El jazz es presencia sonora incompresible, inclasificable para la mayor parte
de los oídos educados en el disfrute de las formas primarias del huayno y los
ritmos y melodías que nacen de la fusión con la música tropical. Sólo pocos
oyentes tienen la sensibilidad que les permite apreciarlo. Es gente ilustrada,
afuerinos, profesionales cuyo gusto está relacionado con un tipo de percepción
estética nacida de la aproximación al arte o a la política, una adolescente
singular, Caty con C, abierta e inquieta a disfrutar distintas experiencias. Pero estos personajes son excepciones muy
escasas y lo que abundan son aquellos que se hallan integrados en la rutina, de
las prácticas de un vivir resignado o que se contenta con los disfrutes de lo
doméstico, de la administración de la familia, de la casa, de la escuela, de
los aparatos políticos de Estado, de los comercios, etc., que se contenta con
ser parte de un mundo cíclico, que hace tiempo ha dejado de ser mítico, un
mundo sin acontecimientos, sin sorpresas.
El universo cultural de Huancavelica, no
obstante, forma parte del mundo moderno. No es arcaico en un sentido puro,
desde que forma parte del Estado nacional. Y no solo porque forma parte de él
en tanto cuenta como la capital del Departamento del mismo nombre, sino porque
se halla conectada a la modernidad y al mundo contemporáneo de un modo concreto,
mediante el Internet, por ejemplo, a través de las cabinas, que abundan en la
ciudad, a través de una serie de signos y de objetos imprescindibles en la
forma de vida contemporánea. Pero forma parte de una manera incompleta, insuficiente,
que no llega a ajustarse a la dinámica propia de los objetos sobre todo. Por el
contrario, es la ciudad la que hace que esos objetos sean parte de sí: les da
su parsimonia, sus valores conservadores en mengua, les transmite su
desconfiado asombro. La gente no deja de sorprenderse y desconfiar de las
máquinas, de las computadoras, por ejemplo, aunque ellas sean presencias
familiares desde hace mucho.
La modernidad también se ha hecho parte
de la ciudad mediante las prácticas del entretenimiento y la vida nocturna.
Estas son actividades propias de la vida de las grandes urbes, una de las
cuales es la bebida no ritual en los bares o en tiendas, por ejemplo, que puede
conducir a la adicción del alcoholismo. En Huancavelica hay una serie de
antros, discotecas, ocho discotecas, donde esas prácticas modernas tienen
lugar. Son espacios donde el personaje principal, desterrado de Lima y viviendo
una experiencia de desamparo y de aburrimiento, pero también por una oscura
disposición, frecuenta esos ambientes desde que llega a la capital de
provincia. Esa frecuentación parece configurarse como una suerte de viaje de
descenso al fin de la noche, que recuerda en algo la célebre novela de
Ferdinand Celine, y que alcanza su punto culminante y paroxístico en el
restringido espacio de la habitación que el mencionad personaje ocupa es una
casa de pensiones, oscuro, frío, mal ventilado, que llena de colillas de
cigarro, de botellas de licor vacías, que nunca es limpiado, en donde cunde el
desorden de prendas, libros y papeles, y que seguramente apesta.
Cómo
los verdaderos héroes es
una novela de viaje entonces en la que el viajero no se traslada a otro mundo
por ninguna de las motivaciones típicas, por razones científicas, por turismo,
por turismo, por aventura. Tampoco lo hace como colonizador, ni como migrante,
en busca de nuevas oportunidades de una mejor forma de vida, o simplemente para
sobrevivir. Lo hace como una suerte de destierro voluntario, a un mundo que
intuye o sabe no le habrá de deparar ningún bien, a un destino que equivale en
buena medida a una inmolación.
Pero la novela se presenta sobre todo
como una novela policial, aunque sus protagonistas principales no sean ni
policías ni detectives. El asesinato de una bella joven huancavelicana de una
familia prominente, despierta el interés que muy pronto se torna obsesión en el
recién llegado. Los detalles de la explicación que la policía ha dado del
crimen y con la que ha cerrado el caso le parecen inconsistentes e
insuficientes. Se echa a realizar por eso, pero sobre todo para matar el
tiempo, una indagación propia para dar con los efectivos autores. Las
cuatrocientas páginas de la novela se centran en el develamiento del misterio
que envuelve a esa muerte violenta, develamiento que al final no llega a
ocurrir. La verdad sobre el hecho no emerge. Ella es escamoteada o es diluida
por actores de los que se sospecha, pero que no se aclara si en efecto lo
están, se encuentran interesados en no sacar a luz lo ocurrido en realidad.
La primera parte de la novela transcurre como
una crónica autobiográfica en la que el narrador refiere el proceso de su
investigación a la par que cuenta las peripecias de su singular inserción en la
vida social de Huancavelica. Dicho personaje se implica en ese proceso de un
modo en que convierte a lograr su esclarecimiento en un objeto en que se
concentra casi en exclusividad y con un apasionamiento cada vez más intenso. A
medida que se va acercando al fondo de las cosas, compromete cada vez más
facetas de su persona y su cuerpo, y se introduce en la vida social de
Huancavelica. La mujer asesinada ocupa un lugar central en el universo
simbólico de la ciudad, por su belleza y por los rasgos especiales que la
distinguen. No es una mujer cualquiera. Tiene cualidades que la hacen
sobresalir entre todas las demás. Diríase que no cuenta como una. No es una más
en una serie. Es algo así como La mujer. La única, que por eso mismo quizás
tiene una posición ambigua, que se acentúa sobre todo en la segunda parte de la
novela. Al mismo es la mujer que todos los hombres desean y a la que nadie
llega a poseer efectivamente, pues ella solo es poseída por uno, aunque algunos
han logrado acceder al goce de su cuerpo, un goce, sin embargo, que ella
siempre ha gobernado. Lo ha permitido y lo ha interrumpido a su gusto, o según
sus propósitos. Antes de casarse había sido la mujer de un joven menor que él,
un personaje oscuro, que se mueve sobre todo en los sombríos ambientes de los
antros de alcohólicos y en reuniones de amigos cuyo fin principal es la
embriaguez hasta las últimas consecuencias. Y se ha casado con un personaje que
desata sentimientos de abominación, es un ganadero, cuya fortuna ha sido
amasada por medios no siempre lícitos y cuya trayectoria profesional ha sido
falsificada. Se trata de una mujer de valor, inteligente, políticamente
correcta, activa en luchas reivindicativas, que se enlaza con hombres con los
cuales no se corresponde o no se complementa, pero que la alejan de los otros
hombres. Daría la impresión mejor que es la mujer de uno, por decisión propia,
respecto de todos los demás que forman conjunto porque no puede ser la suya.
Esa es una mujer insoportable, como una mujer real y como una mujer capaz de
legislar, de hacer las reglas.
Quizás por eso el personaje principal a
medida que se acerca a la verdad, la cual no llega a conocerse, aunque lo
novela sugiere que a lo mejor el narrador de la primera parte, que la habría
descubierto habría terminado por callarla y desaparecido con ese secreto, va
degradándose, como si este proceso encarnase un descenso a lo atroz. Se hace
cada vez más obsesivo, más caótico, más extraño incluso para sí. Se hace cada
vez más oscuro, más siniestro, se va convirtiendo en un guiñapo, un fardo
alcohólico, que termina abandonado de sí un parque público, sobre una banca,
bajo la lluvia, privado de consciencia, casi muerto o muerto. La novela deja en
la ambigüedad ese estado final. En todo caso es una primera muerte, a la que no
le sigue una segunda muerte, una ratificación de que haya ocurrido. De ese
modo, la novela termina entre dos finales, en suspenso.
La verdad única que no se revela en la
primera parte, en la segunda es repartida entre los discursos de los distintos
personajes que han tenido alguna relación con el narrador investigador de la
primera. Es la verdad sobre ellos mismos, sobre la vida social de Huancavelica.
Esta parte no toma la forma de una narración novelesca, sino de una serie de
testimonios, tomados por Percy, amigo del narrador y con quien mantiene
correspondencia. Este en su afán de esclarecer la misteriosa desaparición de su
amigo, luego de la formidable borrachera que lo saco de circulación, recopila
los papeles que ha dejado, las notas escritas en su computadora, entrevista a
los personajes con los que ha tomado contacto y a los cuales ha interrogado el
narrador para dilucidar quién ha asesinado a Adelguisa Ñahui y cuáles han sido
sus motivaciones. De esa recopilación se forman los testimonios de la segunda.
No es posible ahora dar cuenta de todas las tramas que se desarrollan, pero
tres llaman la atención. En esos testimonios se delinea la configuración
decadente que para las personas de Huancavelica, las más ilustradas, las más
cultas, aunque mediocres, ha tomado el narrador investigador. Esa es una
configuración que contrasta con la se presenta en la primera parte. En ella es
un personaje que afectado por el desconcierto de la crisis que lo ha obligado a
salir de Lima, por una vocación por acercarse a lo sórdido, a lo marginal, es
al mismo tiempo un hombre con voluntad de cambio, con profundos gustos
literarios, amante de música exquisita, un hombre fino, con amplios
conocimientos humanísticos y de derecho en particular, en la segunda parte
aparece como un ser raro, inexplicable, que aun cuando reúne cualidades que lo
distinguen como un letrado de alto nivel, es un sujeto que se hunde en la
podredumbre, que se regocija en la mugre. Este es un punto que en el futuro
debería ser más trabajado. El segundo punto, es que en la segunda parte aparece
con más claridad que en la primera el componente político. Es un asunto
complicado, que en una reseña como esta no se puede sino destacar algunos
aspectos. En lo político se presenta una polarización entre dos tendencias
igualmente desintegradoras. Las acciones políticas de Sendero Luminoso, que
marcan con su presencia aterradora el pasado reciente de la ciudad, y la
corrupción del Estado, que se muestra a través de distintos signos y enunciados
en la actuación de los funcionarios, de las fuerzas del orden, del poder
judicial, de los propietarios. La vida social de Huancavelica se halla
atravesada y definida por esas dos tendencias. Respecto de Sendero Luminoso los
recuerdos son horribles, por el ambiente de pánico, de miedo que se instaló en
la ciudad, no sólo por acción de los terroristas, sino por las operaciones
represivas de las Fuerzas Armadas. Pero, destaca el hecho de que los personajes
que pasaban de la adolescencia a la juventud durante ese periodo no se vieron
ni implicados ni afectados por esos sucesos. Eran los jóvenes huancavelicanos
de clase media, que rodeaban a Aguedisa, la mujer en torno a cuyo asesinato
gira la novela, y con la cual mantenían un compañerismo bohemio, y para los
cuales más importante en esa época fueron los aprendizajes en las lides del
amor, en la experiencia con el alcohol, sobre todo, la iniciación sexual y la
experiencia con la música rock de los años ochenta, que revela una distancia
indiferente con la vida política en general, que incluye las acciones de
Sendero, que hacían incierto el destino presente y futuro. Y revela también un
divorcio con la cultura propia, lo cual paradójicamente se relaciona con
valores opuestos a la que era como una musa. Por último, la verdad sobre las
razones de un crimen no se concentra en las acciones punitivas de un personaje
o un grupo de personajes, termina extendiéndose en toda la sociedad y responde
a una situación que no es posible asumir: el rol ejemplar que una mujer
inalcanzable puede cumplir en una comunidad de hombres cuyas vidas son anodinas
y mediocres, y que evaden enfrentar esa verdad.
Esta es una novela llena de paradojas,
que hay que leer como parte de la construcción del imaginario de las últimas
décadas en esta parte del mundo.
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