Notas sobre géneros y territorios en Los bosques tienen sus propias puertas
de Carlos Yushimito[1]
Santiago López Maguiña (UNMSM)
1. En una primera impresión se pueden ubicar estos
relatos en el género de lo maravilloso. Son narraciones sobre hechos
inexplicables. Pero ya desde el primer relato los géneros se mezclan. Los
géneros de la literatura contemporánea, el relato policial, la narrativa de
vaudeville, de terror, gótica, el guión de telenovelas. No solo en el nivel de
las figuras, de los signos y las representaciones, esto es, no solo porque
aparezcan actores característicos de esos géneros, actrices y actores de
televisión, vedettes, peinadores, directores de escena, detectives, personajes
deformes y monstruosos, etc., sino porque las tramas y las peripecias se
confunden. Un drama de vaudeville es a la vez una intriga policial, que tiene
elementos de un relato amoroso y grotesco, que además se desarrolla en parte mediante
un intercambio epistolar, todo lo cual termina identificándose con un guion de
televisión. La fusión de géneros tiene una dimensión paródica y el discurso de
los relatos tiene mucho de pastiche, de imitación de las formas de la escritura
propias de cada género, pero al mismo tiempo es una aleación que apunta a una
supresión de las diferencias y de las identidades, como ocurre en el campo de
la televisión. Allí anota Jacques Fontanille en un artículo reciente que los
programas de concurso se presentan a la vez como reality shows y como telenovelas[2]. Se
mezcla entonces regímenes de creencia distintos que afectan los valores de
verdad. Se diluyen como consecuencia de ello los rasgos que distinguen la
ficción de la realidad, lo serio de lo cómico, lo supuesto de lo efectivo, etc.
Lo mismo, pero en un sentido distinto, ocurre en la literatura. Los géneros
mixturados expresan más bien una incertidumbre respecto de los órdenes de
verosimilitud de cada uno por separado. Puede llegarse a confundir, por
ejemplo, un relato de amor con final feliz con un policial en que se descubre
que la novia es una asesina en serie. [Supresión
de las diferencias de género literario].
2. Los territorios en los que se desarrollan las
acciones de los relatos son de lo más diversos, Sao Pablo, una ciudad de las
costas de Inglaterra, Lima, una pequeña ciudad del Este de los Estados Unidos,
horizontes que no se pueden identificar, ciudades sin nombre. Son también
diversos los escenarios, aunque predominan los urbanos o semi-urbanos, propios
de grandes o de pequeñas ciudades, desligadas del mundo rural. Los sucesos
transcurren en camerinos y sets de televisión, en salones elegantes, en bares y
hoteles de mala muerte, en restaurantes gourmets, en salas de redacción, en
vehículos que atraviesan grandes autopistas, etc. Son territorios y escenarios
de muchas partes del mundo, lo que da al conjunto de los relatos una atmósfera
espacial cosmopolita, moderna y descentrada (¿posmoderna?).
Las acciones de los relatos no llevan, pues,
una marca de pertenencia precisa respecto de los territorios donde ocurren,
excepto por una contextualización realizada gracias a muy pocas menciones del
espacio geográfico, los nombres de los actores, en la lengua que se habla allí,
alguna expresión propia. Las narraciones están escritas es un castellano que
procede del estilo estándar de las traducciones de los géneros narrativos que
se ensaya reproducir en estos cuentos.
El núcleo temático de las acciones, por otro
lado, está relacionado con hechos criminales, con traiciones, con catástrofes,
con operaciones cínicas. La mayoría de los personajes a ese respecto no se guía
por una moral de respeto o de cortesía con relación al otro. Los semejantes se
usan o se manipulan con propósitos personales y egoístas. Se busca la
subordinación del semejante o su eliminación si se presenta como obstáculo para
realizar un propósito o como un antagonista que mortifica. Se trata de
personajes abominables. En efecto, son actores despreciables y funestos, que se
si no destruyen al otro por propia voluntad, lo son o lo van a ser porque se
ven contagiados por un mal que los impulsa a acabar con él o a convertirlo en
un semejante aborrecible y temible. Hay un relato en el libro de Carlos
Yushimito relacionado con estas configuraciones que parece tener una intención
alegórica y que es interesante destacar a fin de profundizar en el núcleo
semántico de los relatos Los bosques
tienen sus propias puertas. Un cocinero dedicado a la cocina molecular, que
hace experimentos muy rebuscados, produce un plato que lleva una enzima fatal:
su consumo produce un cambio, transforma a los humanos en cinocéfalos, que se
ven dominados por el arrebato de querer morder a otros hombres, a quienes
inoculan el germen de la hidrofobia que los convierte en personas con cabeza de
perro. Este personaje mítico hace pensar en otros similares, como los
licántropos y los vampiros, que también esparcen el mal con sus mordidas, un
mal que condena a las víctimas a mortificantes y eternos deseos. Esos
personajes, mitad animales mitad humanos, son seres relacionados con lo oscuro,
lo enmarañado, lo abierto y lo exterior salvaje respecto del mundo urbano, que
es claro, de líneas rectas y precisas, cerrado y sentido como un dominio
interior seguro. Los cinocéfalos del relato de Yushimito nacen, en cambio,
dentro de la ciudad. Allí son engendrados por efectos de una actividad que
busca innovar los modos y los gustos de la cocina, que es una búsqueda perversa
afanada por conseguir logros originales. Se desliza la vieja idea, presente en
la narrativa de ciencia ficción, de que la ambición por el dominio de la materia
puede tener consecuencias atroces, una de las más horribles podría ser la de
convertirnos en extraños a nosotros mismos, en voraces destructores.
La condición extraña, peligrosa y psicótica de
los personajes no siempre está marcada, sin embargo, por rasgos estrambóticos o
simplemente raros. Más bien la mayoría de los personajes tienen una fisonomía,
un atuendo y un comportamiento ordinarios, propios de los roles sociales que
cumplen. Lo extraño y, más exactamente, lo monstruoso que no es observado a simple
vista se halla en las mismas prácticas que se llevan a cabo o se plasma de
maneras que no es posible inferir del propio quehacer diario. Así un asesino en
serie es un hombre común que vive con normalidad, con su familia, en un
suburbio londinense, que no despierta ninguna sospecha. O los asesinatos surgen
de disputas inevitables, propias de un medio de vida, pero que nadie podría
esperarlos y por eso pasar inadvertidos, como ocurre en las actividades
relacionadas con los espectáculos [Territorios,
escenarios, prácticas]
3. Los objetos sobre los cuales los personajes
operan y en los que se inscriben signos y textos son también de lo más
variados. Sobresalen, sin embargo, aquellos que presentan una morfología
polisensorial, como los productos de la nueva cocina que se deleita con
espumas, cubos, esferas y toda suerte de figuras geométricas, que a la vez
juega con toda gama de colores y que experimenta con sabores insólitos. Son
objetos que se distinguen al mismo tiempo porque invierten la relación con el
hombre. Este que inscribe signos y textos sobre ellos, queda más bien marcado,
deviene en superficie de inscripción de los objetos. De operar sobre ellos,
pasa a ser operado. No hace falta, sin embargo, que como en los comics los
objetos adopten roles humanos que les den animación. Los objetos se inscriben y
se introducen en los cuerpos del hombre aun cuando poseen una sustancia inerte.
Un poco como ciertas drogas los hacen vivir otras vidas y mediante los placeres
que proveen llegan a dominarlos. La relación entre objetos y seres humanos es
aún más compleja, porque aunque los primeros pueden llegar a dominar a los
segundos, no dejan de ser manipulados por estos, quienes pueden equivocarse
respecto de la corrección de su uso o respecto a la identificación del objeto
adecuado con relación a propósito determinado. Estas relaciones hace recordar
las narraciones de Julio Cortázar, en las que los personajes suelen enredarse y
complicarse la vida con los objetos más comunes, que les plantean dificultades
que los hacen mostrarse torpes e inútiles, y muchas veces terminan rindiéndose
a la imposibilidad de uso. En los relatos de Yushimito los objetos, sin
embargo, llevan fuerzas oscuras y presuponen operaciones que los hacen activos
y destructivos. [Objetos].
4. Llama la atención en la escritura de estos
relatos la presencia de símiles que entrañan comparaciones que aproximan
elementos de esferas distantes y que crean un efecto sensible de mezclas a
veces incompatibles, tan características del surrealismo. El sonido humano
comparado al sonido chirriante de la articulación de las bisagras de una puerta,
las noticias son asimiladas a viejas finas que toman té o se hacen la pedicura,
mientras miran “del otro lado del escaparate, llenas de murmuraciones y
críticas” (57), o las cejas que aparecen como “un cuerpo sin alma” (77). Podrían
multiplicarse los ejemplos. Son igualmente múltiples las metonimias, pero
especialmente procedimientos retóricos gracias a los cuales alguna parte se
separa del todo y cobra vida propia, la voz, por ejemplo, que en repetidas
ocasiones actúa como un actor independiente del cuerpo del que ha salido. Son
operaciones que podrían estar relacionadas con la constitución psicótica de
muchos personajes y de las mismas tramas, que no alcanzan el grado de la
desterritorialización y la descodificación del discurrir verbal esquizofrénico.
[Muy breve nota sobre la retórica del texto]
5.
Los
relatos de Los bosques tienen sus propias
puertas se despliegan en distintos territorios y se expresan en diferentes formas
de vida. Distintas idiosincrasias son presentadas. Pero ninguna narración
pretende explorar los sentidos problemáticos de cada cultura. Los relatos son
ante todo pastiches irónicos de los géneros que mezclan, mientras que las
formas de vida que se representan en los recorridos narrativas más pertenecen
al orden del discurso literario y hasta al comic, que a alguna cultura. En todo
caso pertenecen a las culturas fabricadas en los discursos literarios y en los
discursos de las historietas, de los animes, de las mangas. Por eso, por
ejemplo, en las narraciones de este libro la muerte, no es asunto de tragedia.
Es cuestión de rutina, de descuido, de imprudencia, que no suscita
mortificación, ansiedad, tristeza. Ocurre como un hecho más entre otros, como
sucede en los comics o en otros géneros violentos de la literatura popular o de
la literatura de quiosco. [Un final que
no es conclusión]